Exposición fotográfica en Bulgaria y Honduras descubre la presencia búlgara en las tierras de los mayas en Honduras
La Asociación de Amistad Bulgaria-Honduras fue uno de los promotores de la reciente exposición fotográfica en Sofía, en la sede de la Biblioteca Capitalina, donde se presentaron 42 fotos inéditas de las emocionantes vivencias de una expedición búlgaro-hondureña a la jungla de ese país norteamericano.
De qué se trata nos contó Spas Tashev, presidente de la Asociación de Amistad Bulgaria-Honduras, una ONG cuyo objetivo principal es ayudar al acercamiento de los dos países, al conocimiento mutuo de sus culturas y costumbres.
“La historia es muy curiosa”, dice Spas Tashev . Nos proponíamos montar una exposición dedicada a los mayas, ya que según su calendario en 2012 llegaría el final de todos los tiempos. Creíamos que para la opinión pública búlgara sería de interés conocer más datos sobre aquel pueblo antiguo y su cultura. Buscando contrapartes en Honduras, un día di por pura casualidad con un hecho totalmente desconocido por la sociedad búlgara: ¡En el Norte de Honduras, en medio de la selva, cerca de la ciudad de La Ceiba, en la costa caribeña, corre un río que se llama Bulgaria! El único río del mundo que lleva este nombre”…
De ahí en adelante Spas Tashev se planteó la tarea de buscar contactos con personas de La Ceiba para que le ayudaran a investigar el origen de ese nombre bastante raro para un país centroamericano. Sus preguntas despertaron el interés de un historiador local, el fotógrafo Marvin Corrales, interesado en conocer la historia de su tierra. Gracias a sus indagaciones se llegó a conocer que ese río de aguas cristalinas en medio del monte había sido descubierto por un búlgaro, Boris Petroff, quien lo bautizó así en homenaje a su añorada patria. Los habitantes de la aldea más cercana al río confirmaron el dato. Poco después fue encontrada la hija de Boris, la cual vive en Santa Rosa de Copán, donde se hallan las ruinas de los mayas.
Pero las cosas no pararon ahí: salió a flote también otro hecho desconocido para la ciencia búlgara: la existencia de una numerosa comunidad búlgara en Honduras, comunidad con una historia centenaria. Para confirmar esta información se dirigió a Centroamérica una expedición, formada por el propio presidente de la Asociación de Amistad Bulgaria-Honduras Spas Tashev, Tomy Yovchev de la Unión de Casas de Cultura búlgaras y Yordan Grozdanov, vicealcalde del municipio de Veliko Tarnovo, cuyo objetivo era llegar al río Bulgaria en medio de la meseta homónima y buscar in situ las huellas de la presencia búlgara por esas tierras.
“Fue una auténtica aventura, cuenta para Radio Bulgaria Spas Tashev. Estoy convencido que no somos los primeros búlgaros en llegar a Honduras, pero sí fuimos los primeros en adentrarnos tanto en la selva”... Y manifiesta su agradecimiento por la ayuda de las autoridades locales para la expedición que les aseguraron un guía experimentado de la aldea vecina y 4 soldados del ejército de Honduras, con vistas a los peligros que supone la naturaleza salvaje en los parajes a los que se habían encaminado. Completaban el grupo dos fotógrafos hondureños y descendientes de las familias búlgaras de la zona que querían ver desde dónde habían partido sus familiares. La expedición llegó a una localidad habitada hasta 1955-56 por búlgaros, la meseta Bulgaria. Allí mismo corre el río Bulgaria…
¿Cuál es la historia? Allá en los años 30 del siglo pasado, más exactamente de 1928 a 1935, acudieron a Honduras nutridos grupos de europeos, atraídos por la fama de las nuevas plantaciones italianas para frutas tropicales que pregonaban su afán de satisfacer las necesidades del mercado mundial de cítricos en aquel entonces y buscaban mano de obra. Había entre ellos unos 130 búlgaros quienes buscaban mejor vida y huían de la miseria en su patria.
Eran jardineros que vendían la producción de sus huertas a la vecina ciudad de La Ceiba, cuya población se volvía cada vez más y más numerosa. Se instalaron en esas zonas que quedaron sin explorar durante mucho tiempo debido al terreno accidentado y el difícil acceso: a sólo 14 km de la orilla se yergue el Pico Bonito con sus 2.436 metros de altura y cerca de La Ceiba desemboca el río Danto. Su lecho que se adentraba en la selva era una sucesión de cataratas y abismos…
Ahí mismo, uno de aquellos compatriotas nuestros, Boris Petroff, dio con un río desconocido y lo bautizó Bulgaria. Hoy sus descendientes conservan muchas fotografías, documentos de identidad y sus memorias, escritas en español, que describen su vida desde su salida de Bulgaria en 1928 hasta su muerte en 2003.
Esta es sólo una pequeña parte de la historia de la presencia búlgara en Honduras. Su comunidad cuenta hoy de 7500 a 10 mil personas y se han establecido no sólo en La Ceiba, sino en toda la costa del Caribe y otras áreas. Es tanto curioso, como emocionante encontrar a mulatos que llevan nombres búlgaros: Momina, Boris, Elenko, Petar y familias como Ruseff o Rasev, lo que en búlgaro sonaría Hrístovi y Ráshevi. En sus casas, en días de fiesta, se ofrece el pastel tradicional búlgaro banisa o bánitza, que en Bulgaria suele ser acompañado de yogourt y en Honduras se ofrece acompañado de café o mate…
Spas Tashev ha conocido también otra historia interesante, la de Jorge Salf, del pueblo de Cherica, uno de los búlgaros acaudalados, pionero de la producción del pan de trigo en Hoduras. Se considera que este producto había llegado con los búlgaros, pues la gente local comía desde tiempos de los mayas panes de maíz. Hoy los dueños de gran parte de las panaderías que existen en Honduras son descendientes de aquellos búlgaros, dice Spas Tashev. Y agrega que el pan más famoso en La Ceiba se llama bululu y se supone que la raíz de la palabra – bul – viene de Bulgaria… Búlgaros fueron también los primeros productores de carbón vegetal en ese país centroamericano.
Spas Tashev cuenta con emoción de los numerosos encuentros que tuvieron los tres expedicionarios búlgaros en muchas partes, del interés por establecer contactos estables entre los dos países…
Bulgaria está dispuesta a ayudar a los descendientes de nuestros compatriotas en Honduras a restablecer el vínculo roto con la patria de sus abuelos. “Les ayudaremos a que tengan su propia iglesia y escuela”, declaró en el acto de inauguración de la exposición en Sofía el ministro sin cartera Bozhidar Dimitrov, encargado de los búlgaros residentes en otros países del mundo. “Esta exposición es una posibilidad de mantener vivo el lazo con nuestros compatriotas allende las fronteras de la patria, a consolidar su identidad búlgara. Es una evocación del destino del pueblo búlgaro, destino que nos esparció por tierras lejanas. Hoy, sin embargo, el mundo entero es campo de manifestación para los búlgaros y no sólo el limitado territorio de este país balcánico”, terminó diciendo el ministro Dimitrov.
Con la colaboración de Spas Tashev,
Presidente de la Asociación de Amistad entre Bulgaria y Honduras