Recientemente, el Gobierno sancionó la participación de Bulgaria en la operación naval europea en el Mediterráneo contra el tráfico de refugiados de África rumbo a Europa. Al centro de mando de la operación será destinado un efectivo militar búlgaro ocupando un cargo considerado importante para la exitosa materialización de la misma. Bulgaria es básicamente blanco de una presión migratoria por tierra y aceptó participar en los esfuerzos contra la presión por mar, movida por consideraciones de solidaridad. Probablemente, tras tomar en cuenta también este hecho, la Comisión Europea redujo en un 33 % la cuota de refugiados que se preveía que Bulgaria acogiera en su territorio. Pero, a una presión migratoria que, además, es sin precedente desde la época de la II Guerra Mundial, se encuentra sometida toda la UE y para ayudar a Bulgaria en relación con la misma sólo se han asignado 72 millones de euros. Incluso según Kristalina Gueorguieva, vicepresidenta de la CE, la cuantía es insuficiente y Sofía debería solicitar una financiación exterior complementaria en un momento adecuado para tal fin.
Hay que decir que, incluso ahora, el momento es propicio, ya que la oleada de refugiados crece en forma dramática. En los primeros siete meses de 2015 la presión migratoria no sólo se ha duplicado en comparación con idéntico período de 2014 sino que no deja de aumentar. En enero llegaron a Bulgaria 1070 personas que en julio ya sumaban 1869. Predominan los refugiados de países con conflictos como Siria, Afganistán e Irak y esto implica que a ellos no hay que negársele refugio. Al mismo tiempo, aparecen noticias alarmantes de que probablemente varios países europeos reclamen que Bulgaria readmita a su territorio 5600 migrantes. La mayoría de éstos estaban tramitando la obtención de estatuto de refugiado pero no aguardaron por el término de este procedimiento y algunos en forma legal, y otros, ilegalmente, lograron penetrar en Europa Occidental. Ahora, en virtud de convenios de readmisión esos refugiados, formalmente, deben ser devueltos a Bulgaria como país de primera registración en la UE.
La afirmación tranquilizadora de Kristalina Gueorguieva de que esto no significa que todos hayan hecho sus maletas y ya viajen a Bulgaria es menudo consuelo. Incluso si es readmitida sólo la mitad de estos refugiados su número representará para la pequeña Bulgaria un problema tan importante como grave. Se trata de personas que han mostrado en forma convincente su deseo de integrarse en otros países pero no en Bulgaria.
Según la Agencia para los Refugiados, de las 10 mil personas que han obtenido amparo, accederán a integrarse en este país apenas un 5 o un 10 % del total, lo que representa de 500 a 1000 personas. Integrarse es un proceso optativo pero no obligatorio y, así, el resto de los refugiados deberán ser repatriados a sus países de origen. Esto tampoco es cosa fácil, ya que algunos países se niegan a cooperar.
Es también menudo consuelo la declaración de Federica Mogherini, Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad quien ha reconocido que aún brilla por su ausencia un sistema verdadero para compartir la acogida de refugiados en la UE, por lo cual los países fronterizos seguirán sufriendo la mayor presión migratoria mientras que otros puede que no sean tan solidarios.
Es evidente que siendo un país fronterizo y sumido en una crisis económica, Bulgaria deberá apostar, antes que nada, por sus propias fuerzas. Desde luego, lo ha de hacer sin dejar de buscar formas para minimizar el problema y sin quedarse al margen de los esfuerzos por su solución a través de políticas especiales respecto a los países en conflicto en que este problema se ha originado. Como ya lo hemos señalado reiteradamente, estos esfuerzos, de momento, son modestos y, por ahora, las cuitas de Bulgaria relacionadas con los refugiados parecen inacabables.
Versión en español por Mijail Mijailov
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