En una de sus cartas Giuseppe Verdi dice: ”No le enseñen demasiado a un cantante cómo debe cantar. Si tiene el diablo en su espalda ya sabrá cómo hacerlo”. Parece que el gran compositor habría dicho aquellas palabras refiriéndose a Ghena Dimitrova, la diva lírica búlgara que fue conquistando los escenarios mundiales con la música del ilustre compositor italiano.
Cuando uno se asoma a la casa natal de la gran cantante puede pensar que se encuentra en medio del decorado de una obra operística. La callejuela que conduce a su casa es angosta y zigzaguea a la derecha y a la izquierda hasta llegar a su parte más elevada desde la cual se abre un panorama hacia la iglesia. Ya desde niña, Ghena comenzó a cantar en el coro de la escuela en Beglezh, su pueblo natal, y participó en todas las festividades y romerías organizadas en él. A pesar de su talento y sus ansias de cantar su padre se oponía tajantemente al afán de su hija de dedicarse a la música. Por esto, en 1959, tras concluir sus estudios en el colegio, la chica se presentó a exámenes en la Universidad de Medicina de la ciudad de Pleven. Luego viajó a Sofía para hacerle una visita a su hermana y aprovechar su estancia para presentarse a los exámenes de ingreso en el Conservatorio, hoy Academia Nacional de Música.
Ghena fue admitida sin haber tenido una preparación musical previa. Apostaba por su excelente oído y su congénita propensión a la música, y también esperaba tener un poco de suerte para llegar a ser una de las estudiantes en la clase dirigida por el pedagogo musical Jristo Brámbarov. Brémbarov dijo en una ocasión que Ghena tenía una voz que se daba una vez a cada cien años. Ghena Dimitrova siguió trabajando con Brámbarov cuando en 1965 ingresó en la Ópera de Sofía. En el Archivo Sonoro de Radio Nacional de Bulgaria se conserva una entrevista, concedida por la cantante al crítico musical Marín Bónchev, en la que la diva se refiere al período que había pasado en el Conservatorio y a sus primeros pinitos en el escenariolírico:
Mi carrera operística se inició en Bulgaria, tras terminar mis estudios en el Conservatorio. No obstante, antes de estrenarme en el podio tuve que hacer un trabajo muy largo y tenaz. No soy capaz de recordar cuándo escuché por vez primera una ópera pero todas las obras musicales que escuchaba en los años 50 me movieron a poner mientes en la voz que yo poseía. Descubrieron mi voz mis profesores en el colegio y así me encaminé hacia el arte lírico. No puedo decir que todo lo haya logrado con facilidad puesto que carecía de una formación musical previa y mi acceso al Conservatorio significó comenzarlo todo desde el principio.
En 1970 Ghena Dimitrova resultó ganadora del Primer Premio del IV Festival Operístico Internacional, celebrado en Sofía. Aquella distinción está siendo considerada como el comienzo de su trayectoria musical pues su concesión permitió que Ghena viajara a Italia para especializarse.
Ghena Dimitrova comenzó su trayectoria profesional interpretando arias de óperas de Puccini con las cuales fue cosechando éxitos en el mundo entero. Sin embargo, es Giuseppe Verdi el verdadero punto de apoyo en toda su trayectoria. A este respecto la diva ha dicho lo siguiente: He cantado las partes de todas las protagonistas de sus óperas, a las que he recreado con sinceridad. Verdi es un compositor que lleva a espaldas a todos los cantantes líricos.
Extraordinariamente terrenal y franca en sus contactos con la gente, Ghena “llevaba su corazón en la punta de la lengua” y decía a sus discípulos lo que ella creía sobre las capacidades de éstos. Para ella la ópera era un templo en que se estudiaba la filosofía de la vida. Lo confirma el diseñador de la indumentaria de la gran diva, Vasil Ópev, quien dijo de ella: Son numerosas las muestras de bondad que Ghena profesaba a la gente. Ella siempre procuraba ayudar en lo que pudiera. Ópev hablaba asimismo de los trajes escénicos de Ghena Dimitrova, de los cuales nadie creía que habían sido confeccionados en Bulgaria. Por esto, al término de cada puesta en escena en que participaba, Ghena Dimitrova no omitía mencionar el nombre de este diseñador. Pretendía demostrar ante el mundo que era ella una cantante lírica búlgara que apreciaba y conservaba la cultura búlgara.
El escritor Alexánder Abadzhíev, autor de uno de los libros sobre la gran cantante, se refirió en uno de éstos a la última aparición de la cantante en el escenario, el 27 de enero de 2001, con motivo del centenario de la muerte de Giuseppe Verdi. En aquel momento tenía ella deseos de concluir su brillante carrera pero la idea de hacerlo se le había ocurrido cinco años antes.
Desde el año 1996 hasta su muerte la cantante también se dedicaba al magisterio y tenía a estudiantes suyos, fuera de la Academia Nacional de Música, desde la que se negaban a organizar una clase dirigida por la gran diva alegando falta de espacio para ello.
En una de sus última entrevistas, Ghena Dimitrova hace el recuento siguiente: En mi vida no he logrado hacer muchas cosas pero Dios me ha agraciado con tanto talento que siempre estaba yo por encima de las calumnias de los envidiosos. La vida que he vivido ha sido, sin embargo, sacrificada en aras de mi carrera. Ya estoy soñando con el silencio. Ghena Dimitrova no aceptó jamás las reseñas de los críticos que la comparaban con otras cantantes y dijo a este respecto: En el momento en que empiezas a imitar, por ejemplo, a Callas, no serás ni tú misma ni Callas tampoco, ¿verdad? Tienes que ser el tú auténtico con todo lo que posees. Cada talento semeja una estrella que brilla con luz propia.
La diva que había conquistado los escenarios de la Metropolitain Opera de Nueva York, de Arena di Verona y de La Scalla, de Milán, siguió fiel a este principio suyo hasta el término de su vida, el 11 de junio de 2005 cuando, víctima de grave dolencia oncológica, fallecía a la edad de 64 años.
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