Hace ya casi cuatro años que en Bulgaria está vigente la prohibición de fumar en locales, bares, lugares de trabajo y oficinas. Tampoco está permitido fumar en estadios, canchas deportivas, así como en cines y teatros de verano. Dicha prohibición es válida también para los patios escolares y durante acontecimientos a los que acuden niños y escolares. Al fumador que encienda un cigarrillo en un lugar público cerrado se le puede imponer una multa de 150 a 250 euros y en caso de reincidencia la sanción es doble. El dueño del establecimiento en el que se fume también debería ser solidario y asumir la responsabilidad por haber permitido que se fume en su local. A principios de este año diputados del partido nacionalista Ataque pidieron que se suprimiese la prohibición de fumar en espacios públicos. El motivo que señalaron fue que casi 30 mil empleados han sido despedidos desde que entró en vigor dicha restricción y, además, se constata una reducción de los ingresos en el presupuesto público de más de 300 millones de levas. No obstante, el Ministerio de Sanidad y las asociaciones gremiales de médicos se declararon en contra de la suspensión de la prohibición alegando que la salud pública es prioridad básica del Gobierno.
Recientemente, los representantes de las organizaciones no gubernamentales han anunciado que la prohibición de fumar en espacios cerrados en Bulgaria no se respeta y han propuesto aumento de las sanciones en caso de infracción. De momento, no se contempla reforzar las medidas y es probable que nuestro país se una al Convenio Marco para el Control del Tabaco de la Organización Mundial de la Salud. A menudo, la doctora Albena Nikolova tiene que afrontar ejemplos concretos de los daños que provoca el tabaquismo. Ella acaba de empezar su práctica de cardióloga, pero ya está convencida de la necesidad de imponer restricciones e iniciar campañas informativas para prevenir el consumo de tabaco.
“La nicotina no es la única sustancia nociva en los cigarrillos. El humo contiene más de 20 componentes que son tóxicos y hacen daño al organismo humano. Está comprobado que el tabaquismo causa enfermedades cardíacas y es responsable de diferentes tipos de cáncer. No se trata de limitar la libertad de las personas o de reducir los beneficios de las empresas; se trata de proteger la salud de la gente y por eso es necesario respetar la prohibición de fumar en lugares públicos”.
Ya que los consumidores de productos de tabaco ya se han acostumbrado a no fumar en la mayoría de las cafeterías y restaurantes, el Estado prevé adoptar nueva medida, esta vez para protegernos de las comidas que contengan sal, azúcar, grasas perjudiciales y diferentes tipos de agentes químicos. Según Donka Baykova, especialista en nutrición y dietética, dicha medida está dirigida a los niños y adolescentes con el objetivo de eliminar los alimentos nocivos y los chuches de las cantinas escolares.
“En 2009 nosotros, los expertos, creamos una ordenanza de la alimentación sana de los escolares. Entonces añadimos las primeras prohibiciones respecto a la venta de alimentos y bebidas nocivos a los niños y adolescentes de entre 7 y 19 años. Según esta normativa, las cantinas donde compran niños deberían ofrecer solo comida sana: bocadillos de pan integral y con un ingrediente rico en proteína, por ejemplo, carne, filete, pescado, huevo duro, etc. La ordenanza prohibía explícitamente vender dulces, chocolatinas, refrescos con gas y colorantes. Asimismo, habíamos previsto que se ofrecieran frutas y verduras de temporada como naranjas, zanahorias, plátanos o manzanas. Desgraciadamente, estos requisitos fueron desestimados por todos. En primer lugar, no tuvimos el apoyo de los padres. Si los chuches en envases relucientes faltaban en las tiendas escolares, los padres se los metían en las mochilas de sus hijos. Los vendedores en las cantinas esperaban a que pasaran las inspecciones y volvían a suministrar la comida basura. Así los intereses empresariales prevalecieron sobre la salud de los niños y adolescentes. Hicimos investigaciones de la salud pública y establecimos un crecimiento de las tasas de obesidad, diabetes tipo 2, altos niveles de colesterol y otras enfermedades que padecen los niños. Por eso, el Gobierno se vio obligado a pensar en otras medidas de prevención de la salud. Lógicamente, la propuesta de la introducción de un impuesto complementario sobre la venta de comidas dañinas fue la respuesta a la negación de respetar las recomendaciones médicas. La idea es obligar a las empresas de la industria alimentaria a cambiar sus recetas excluyendo los componentes que supongan riesgo para la salud”, afirma la doctora Baykova.
Versión en español por Svetoslava Slavcheva
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