Bulgaria es el país más pobre de los que forman parte de la UE, y los búlgaros son la nación más pobre en el marco de ésta. Esto es un hecho notorio y no es noticia para nadie. Sorprende, empero, el hecho de que actualmente Bulgaria ocupe uno de los primeros puestos en la UE por los ritmos de crecimiento de los ingresos de la población, que han aumentado, cada año, en más de un 10 %. Si en marzo pasado un 20 % de los hogares tenían renta per cápita inferior a los 100 euros, ahora en diciembre, este porcentaje se ha reducido a un 10 %. Pocos son los países de la UE que se puedan jactar de un tal adelanto. No obstante, el problema provocado por los bajos ingresos persiste, ya que un 10 % de incremento, siendo el salario de unos 400 euros, por ejemplo, no redunda en un aumento sensible del poder adquisitivo. Vamos a aducir un ejemplo concreto. Los precios del agua potable del grifo crecerán a partir del 1 de enero en 14 provincias búlgaras en hasta un 20 % y ya se están barajando formas para asignar subsidios sociales a las personas que no serán capaces de pagar por este elemental bien de la naturaleza del que nadie puede prescindir.

También a partir del 1 de enero de 2018 el salario mínimo interprofesional, SMI, en el país pasará de 230 a 257 euros que cobrarán casi medio millón de búlgaros de la totalidad de los 2 millones 300 mil personas contratadas actualmente. En Francia, en cambio, el SMI asciende a casi 1500 euros. El umbral de la pobreza en Bulgaria para 2018 se elevará a 162 euros, de los 158, en 2017.

El salario medio en Bulgaria es de unos 550 euros, y, la pensión media, de 175 euros mensuales. Sólo son las anteriores algunas de las cifras más elocuentes que vienen a demostrar que los ingresos de los búlgaros son más que modestos. No importa que en el Consejo Europeo, en su última reunión para 2017, en Bruselas la semana pasada, Bulgaria haya sido elogiada, según el primer ministro búlgaro, Boyko Borisov, por sus buenos indicadores financieros. Puede ser que a nivel estatal las finanzas anden bien pero los recursos pecuniarios de los hogares búlgaros son preocupantemente escasos y amenazan el buen desarrollo de la economía nacional.

En uno de sus estudios más recientes, la ONU ha caracterizado a Bulgaria como país desarrollado pero pobre. La Eurostat, por su parte, ha asignado a este país el segundo puesto en la UE por el número de sus habitantes en riesgo de pobreza y de exclusión social.

El aumento regular de los ingresos en Bulgaria se debe, ante todo, al crecimiento económico en los últimos dos a tres años, el cual en 2017, llega al 4%. Esto, sin embargo, no durará mucho tiempo, advierten los economistas que ya están notando indicios de un agotamiento de las capacidades de crecimiento de la economía nacional que va tocando su techo natural. El peligro proviene, básicamente, del déficit cada vez más palpable de mano de obra cualificada y de la ola de emigrantes que no cesa.

En realidad estos dos fenómenos se encuentran interrelacionados puesto que quienes emigran son, básicamente, personas cualificadas, o bien, tales que irán adquiriendo conocimientos y habilidades cursando estudios en centros docentes en el extranjero. Y es que la economía no puede tener un desarrollo ascendente sin la existencia de una fuerza laboral al debido nivel. Se inserta en este contexto desfavorable también el envejecimiento amenazante de la población búlgara dentro de la cual aparece como muy preocupante la parte relativa de las personas en el retiro. Estas personas de la tercera edad no producen nada ni consumen suficientemente debido a sus pensiones humillantemente bajas.

Este verano se ha intentado importar del extranjero mano de obra para el sector turístico pero esto no es una solución duradera, ya que la economía búlgara necesita de trabajadores no sólo en la temporada veraniega, sino para todo el año. Una vez más nos topamos en este contexto con el problema de la pobreza y los bajos ingresos, ya que ningún extranjero con conocimientos y experiencia accederá a venir a trabajar en Bulgaria por los niveles actuales de la remuneración del trabajo.

Las autoridades búlgaras están bien conscientes de todo ello pero no dejan de explicar que así son las posibilidades reales, que están haciendo lo que se puede hacer, que el problema reside en los empresarios que no les pagan lo suficiente a los trabajadores y empleados que contratan. Puede que esto sea cierto pero lo es igualmente que justo cuando las arcas del Estado se están desbordando por el dinero proveniente de impuestos, aranceles y tasas, y el Presupuesto para 2018 supera en 1260 millones de euros la cuantía que tenía en 2017, se puede aflojar un tanto el cinturón y se pueden subir los ingresos de las personas ocupadas en el sector público y de los jubilados, categorías que conforman casi el 40 % de la población. Esto presionará inexorablemente al sector privado a que también proceda a aumentar los sueldos.

Así esta reacción en cadena generará nuevos incentivos para toda la economía nacional y la pobreza actual irá desvaneciéndose al irse aproximando Bulgaria a la calidad de vida europea. Hay dinero para ello, todo es cuestión de prioridades políticas y de objetivos estratégicos.

Versión en español por Mijail Mijailov