Una buena parte de la energía eléctrica en Europa sigue todavía generada por centrales térmicas a carbón. Así lo atestiguan datos de Statista, portal de estadísticas, para el año 2017. Bulgaria forma parte de esta categoría y ocupa el cuarto puesto entre los países europeos de mayor dependencia del carbón. Un 45 % de la energía eléctrica producida en el país está siendo generado por cuatro importantes centrales térmicas situadas en la cuenta minera de Maritsa Este y por varias más, menores, en el país. Estas instalaciones utilizan para la generación de 3 200 megavatios carbón de lignito local. Este tipo de carbón es barato pero, en cambio, de tan baja calidad, que a contaminación ambiental es superior a la causada por las centrales que emplean carbón convencional. Por esta razón las cuatro centrales termoeléctricas en cuestión se ven forzadas a adquirir cuotas de gases de efecto invernadero. Y lo fueron haciendo en una forma tan enorme que una de las centrales más importantes de esas cuatro centrales, la estatal Maritsa Este-2 acabó acumulando una deuda de más de 300 millones de euros, cuantía muy impresionante para las escalas de Bulgaria. No obstante ello, las autoridades no tienen la intención de cerrar a corto plazo estas centrales termoeléctricas y planean conservarlas, al menos hasta el año 2030, con un horizonte de explotación de las mismas hasta el año 2050.
Dos de las centrales son propiedad de compañías norteamericanas y también afrontan el problema relacionado con el precio a pagar por la contaminación atmosférica. De momento se las están apañando, si bien algunos observadores han aludido que al menos una de las dos ya estaría buscando a nuevo dueño.
Es cierto que la minería del carbón y la generación de energía eléctrica por la quema de éste dan empleo a decenas de miles de trabajadores que, incluso, forman parte de los mejor retribuidos en el país. Sin embargo, es igualmente cierto que estas industrias ya tienen los días contados. Bulgaria es país signatario del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, del año 2015, y, además, no puede desacatar tampoco las exigencias aún más rigurosas sobre la protección del medio ambiente, vigentes en el seno de la UE. Ha habido, en consecuencia, necesidad de unas dolorosas medidas sociales y así ya a finales del año pasado descontentos mineros y trabajadores del sector energético protestaron contra la amenaza de que las minas de carbón y las centrales térmicas que lo utilizan queden cerradas por razones ecológicas en el próximo par de años. Los trabajadores en protesta obtuvieron el respaldo de los sindicatos, de la ministra de Energía, Temenuzhka Petkova, y del presidente de Bulgaria, Rumen Radev. No se han decretado, de momento, medidas decisivas concretas por parte de las autoridades y de las propias centrales termoeléctricas, con el fin de una reducción de la contaminación y Sofía apuesta por una derogación de la aplicación de las exigencias de la UE. Las centrales térmicas están haciendo lo posible con vistas a una disminución de la emisiones de gases nocivos pero esto tiene un coste excesivo y amenaza su rentabilidad. Oficialmente, se cree todavía que estas centrales constituyen unas instalaciones básicas de las que el sector de Energía de Bulgaria no puede prescindir, máxime en invierno, cuando son estas centrales las que suministran más del 60% de la corriente eléctrica necesaria para el país.
Reconvertir las centrales eléctricas para que funcionen a gas aparece, hoy por hoy, como la solución más sensata y aceptable.Se considera todavía que esta materia prima es más costosa que el lignito pero el impetuoso desarrollo del sector gasista-que se va produciendo con la construcción del tramo búlgaro del gasoducto “Corriente Turca”, el progreso rápido en la construcción de la conexión gasista con Grecia y el planeado hub gasista europeo-alterarán ineludiblemente las cosas a favor del gas. No hay que olvidar tampoco que Bulgaria es uno de los países de la UE líderes en la implementación y utilización de fuentes de energía renovables, que son las centrales eólicas y solares. Este país ya ha logrado ajustarse a los requisitos planteados por la UE sobre un mínimo de un 16% de la energía eléctrica generada por estos dos tipos de instalaciones.
Ello no impide que ecologistas del tipo de Greta Thunberg sigan insistiendo en medidas aún más radicales tendentes a la protección del clima y del medio ambiente. No hay manera de que los habitantes de Bulgaria se mantengan indiferentes ante estos llamados y así sus partidarios aumentan en número cada día que pasa. Además, hasta la lógica económica se decanta a favor de la reducción de la contaminación ambiental.
Versión en español por Mijail Mijailov
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