En el año 1928 una búlgara joven se embarcaba en una nave para viajar a las antípodas. Agraciada con un corazón valiente y espíritu ávido de conocimientos, se lanzó a la vida aventurera colmada de descubrimientos, gestos altruistas y actos patrióticos.
En el seno de la familia de los Piperkov nacía en el año 1895 Anka, una de los cinco hijos de una familia sumida en la penuria. A pesar de que el destino le fue deparando dificultades que quebrantaría cualquier alma frágil, Anka juró que perseguiría su sueño de llegar a ser médico. A los 12 años de edad quedó huérfana de padres y se vio forzada a cuidar de sus hermanos y hermanas. Aquello, sin embargo, no impidió que se matriculara en el Liceo de Plovdiv, trabajando de criada al mismo tiempo para ganarse el sustento. Dormiré en la calle, leeré a la luz de una farola, pero terminaré mis estudios, juraba ella en aquellos días. Y realmente lo consiguió.
Obtuvo una beca para cursar estudios en el Colegio Americano de Estambul y paulatinamente emprendió el camino que le conduciría a hacer realidad su sueño. Tras ser clausurado el Colegio por el Gobierno de Kemal Ataturk, Anka Lámbreva se formó en la escuela de enfermeras y comenzó a trabajar en un hospital a orillas del Bósforo. Sería allá donde haría el conocimiento más valioso que cambiaría radicalmente su destino. Una noche salvó la vida de un paciente, quien no olvidaría a quién había debido tan feliz desenlace.
Fue invitada a viajar a Nueva Zelanda para cuidar de la salud del señor Taken y de su hija enferma −dice Delán Momchilov, autor del libro Los búlgaros: los logros olvidados− .
Aquel inglés, muy agradecido, le envió un billete, y Anka emprendió viaje a la ciudad de Dunedin. Tras varios meses de periplo durante el cual fue visitando Egipto, La India, Ceylán y Australia, arribó a Nueva Zelanda.
Resultó que esta enfermera fue la primera búlgara registrada en pisar el suelo de aquel país del Pacífico. Impelida por un deber patriótico, Anka impartió multitud de charlas en las que hacía referencias detalladas a la historia y cultura búlgaras. Todos los periódicos importantes fueron publicando sus artículos “La Bulgaria desconocida”, en tanto que sir J. M. Thompson, profesor de Filosofía, en carta enviada al Gobierno de Bulgaria la llamaba “la mujer favorita de todo el país”.
Presa de la nostalgia, en 1929, Anka Lámbreva puso rumbo a la patria finalizando su primer periplo alrededor de la Tierra. Desgraciadamente, los historiógrafos no han descubierto todavía narraciones fidedignas que evidenciaran su vuelo sobre el Canal de La Mancha, efectuado en aquel mismo año. No obstante, la prueba de que Anka Lámbreva fuera la primera búlgara, y muy probablemente, la primera mujer del mundo, que sobrevolaría el citado estrecho, se encuentra en una foto en la que Anka posa colocada delante del aeroplano. Su segunda vuelta a la Tierra la impulsaría a recorrer 42 países.
En cada país en que pasaba más tiempo, Anka Lámbreva ofrecía su trabajo de voluntaria y se esforzaba por ennoblecer el entorno en que vivían los nativos, comenta Delán Momchilov.
En Irán se desempeñó como enfermera; a su iniciativa se hicieron nuevas casas en el lugar de las chozas de adobe, se construyó un sistema de suministro de agua, vieron la luz hospitales, escuelas, un centro cultural. Sin embargo, por encontrarse al estallar la II Guerra Mundial, en el bando enemigo de los aliados, por su pasaporte búlgaro, Anka fue deportada a un campo de concentración en el Líbano. Fue cuidando allí de prisioneros heridos, uno de los cuales sería su futuro esposo, el persa de noble linaje Rayan Ahmad. Al término de la guerra, los dos se establecieron en Irán y continuaron viajando por el mundo:
Anka Lámbreva ha quedado en la historia por su ejemplo, por su fuerza y por su aspiración, ya que a comienzos del siglo XX, cuando las mujeres en el mundo no tenían ni siquiera el derecho a votar, ella ya había logrado, en dos ocasiones, dar la vuelta al mundo, señala Delán Momchilov.
Tras la muerte de su marido en 1970, Anka Lámbreva retornó a Bulgaria para pasar sus días postreros en Kárlovo, su ciudad natal. En sus apuntes de viajes en el libro titulado Fragmentos de mi vuelta al mundo. La reina de los mares del Sur, ella describe sus variadas aventuras, como también el sentido de su vida. Fallece a los 81 años de edad y recibe sepultura al lado de sus progenitores, cumpliéndose así su última voluntad.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: archivo y archivo personal
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