Konstantín Shtárkelov pinta con ternura incluso la naturaleza más implacable. El pintor colocaba sobre el lienzo tanto el pico más impresionante como el arroyo más humilde con los tonos caprichosos de la acuarela, para que sus imágenes permanezcan para la eternidad tal como los vio, sin la tentación de remendar lo hecho por el Creador.
Una muestra postergada a causa de la pandemia echó un puente entre el “antes” y el “ahora”, como si supiera que precisamente hoy necesitamos que alguien toque esa cuerda más delicada del alma, frágil y fuerte a la vez, como las acuarelas del gran maestro búlgaro. La Galería Municipal de Artes de la capital abrió sus salas para conmemorar el 130 aniversario de su natalicio, ofreciendo una reunión con el paisajista y maestro dela naturaleza muerta, con el pintor de batallas y retratista.
El historiador de la literatura Alexándar Balabanov llamó a Konstantín Shtárkelov El Rey de la Acuarela y este apodo lo acompañaría durante toda su trayectoria artística.
“Era el hijo de una viuda, un artista pobre −cuenta la curadora de Adelina Fíleva− . Era también el vagabundo solitario al que le gustaba recorrer el país. Su amigo Grigor Vasilev decía que si Bulgaria alguna vez desaparece, podría ser restaurada mediante sus cuadros. Él no buscaba la atmósfera acogedora del hogar o del estudio, sino que trataba de vivir todos los lugares que pintó. Para él, el momento de las guerras era duro, pero, por otro lado, emergío su imagen de un ser humano que ama la vida y las compañías alegres. Tenía muchos buenos amigos, apreciaba la poesía, las canciones y el buen vino. Él mismo escribió versos”.
Konstantín Shtárkelov nació en 1889 en Sofía en una familia de artesanos. Quedó huérfano de padre muy temprano y a los 18 años de edad el futuro artista se fue a Odesa, donde se desempeñó como cantante eclesiástico y vivió en un monasterio. Esos días de pobreza no le pesaban, se sentía satisfecho con un pedazo de pan y una taza de té caliente. Fue en Rusia donde comenzó a ofrecer en las librerías sus primeros dibujos y copias de cuadros famosos.
Un año más tarde, regresó a Bulgaria y se matriculó en la Escuela de Dibujo, como se llamaba entonces la Academia Nacional de Artes de Sofía, en la clase del célebre pintor búlgaro de origen checo, el Prof. Iván Mrkvicka.
“Lo que el pintor aprendió en la Academia era valioso, pero él realizaba sus viajes –agrega Adelina Fíleva–. Aparte de Rusia, viajó por Europa y llegó a Egipto, donde no se limitó a pasear para ver el paisaje urbano, sino que visitó las galerías y los museos. Todas estas lecciones de la Academia de Bellas Artes, de sus colegas y amigos y de las sedes culturales de Europa le impactaron mucho y así se sentía más seguro en su arte y en la elección que había hecho, y no se sintió tentado por las corrientes modernas y algunas tendencias en arte”.
En 1911 Konstantín Shtárkelov convirtió el vestuario de la Escuela de Dibujo en una sala de exposiciones, donde por primera vez exhibió 80 obras. Para su sorpresa, el zar Fernando compró 27 de ellas y con el dinero ganado, el joven pintor se embarcó en viajes que ampliaron sus horizontes artísticos. Durante tres guerras viajó al frente, pero incluso allí sus ojos de artista exploraban las creaciones sublimes de Dios, dando la espalda a las atrocidades creadas por los humanos.
“Konstantín Shtárkelov humaniza la naturaleza −explica Adelina Fíleva− . Es en medio de la naturaleza que gozaba de libertad y paz para crear nuevos horizontes. Inicialmente, eran sólo suyos: él era su creador, él los habitaba antes de que llegaran al público. Incluso en sus retratos era como un observador y un poco alejado como artista”.
Con su décima exposición en 1935, el ya consagrado artista celebró el 25 aniversario de su actividad creativa, el último gran reconocimiento a su talento antes de que el nuevo poder comunista allanara con ignorancia su prestigio forjado con talento, trabajo y honestidad. Ya en 1944, fue detenido por “relaciones con la familia del zar” y encarcelado, fue privado de su domicilio capitalino, y el gremio de los artistas lo excluyó de su unión artística. A pesar de ser rehabilitado en cierta medida posteriormente, su última muestra en 1959 fue denigrada en la prensa oficial. Poco antes de abandonar este mundo, en una carta a un amigo Konstantín Shtárkelov escribió: “He sido fiel a mi mismo durante 50 años, viví bajo condiciones muy variadas, y sin embargo sigo firme e invencible en el arte”.
Versión en español de Hristina Táseva
Fotos: Galería de Arte de Sofía
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