En diferentes partes de Europa, la pandemia de Covid−19 ha insuflado nueva vida a los autocines, una marca registrada de la cultura estadounidense de la década de 1950, caídos en el olvido por el advenimiento de las tecnologías modernas y su rápido desarrollo. Ahora esta forma de entretenimiento está experimentando un resurgir, volviéndose cada vez más atractiva, ya que, en comparación con los cines comunes, permite mantener la distancia física sin problema alguno.
“Organizamos proyecciones todas las semanas. Cuando presentamos películas búlgaras, parte del equipo creativo que trabajó en ellas generalmente nos visita para presentarlas al público. Nos esforzamos en convertir el ir al autocine en algo más especial, en una experiencia compleja que la gente recuerde”, dice David Levy, uno de los fundadores del primer autocine en Sofía.
Desde hace poco tiempo, hay también sesiones de cine para motociclistas; las últimas de este tipo a escala mundial se organizaron en la década de 1990 en los Estados Unidos. En la proyección de estreno, frente a una pantalla de 5 por 8 metros, se reunieron más de 300 moteros.
“Había también quienes sólo querían averiguar de qué iba la cosa, pero esperamos que se unan a los próximos eventos similares que planeamos organizar. Es normal que lo nuevo provoque dudas. De todas formas, definitivamente hubo interés y esperamos que este interés vaya creciendo. También planeamos trabajar con varios clubes de motociclismo en el futuro”.
El programa del autocinema de Sofía a menudo incluye no sólo películas, sino también verdaderos espectáculos, prosigue David Levy:
“En el primer evento, exhibimos la película Rock and Roll, que versa sobre la historia del hard rock y el punk rock búlgaros de los años 80 y 90 del siglo pasado. Tras la proyección, se sucedieron actuaciones de bandas de rock, bailes y fuegos artificiales. Fue un programa intenso. Había dos parejas de presentadores. Una se encargaba de dirigir el evento desde el escenario, y la otra, recorría el recinto equipada con un “medidor Covid”, que inventamos a propósito. Es una barra de un metro y medio de largo con la ayuda de la cual se mide la distancia física. Así, como en broma y de una forma original encontramos la forma de cumplir con las medidas antiepidémicas”.
El Covid−19 es la razón principal para el desarrollo del proyecto, pero no la única. El equipo organizador también se inspiró en el halo romántico de los tiempos pasados y está convencido de que el autocinema ofrece a los espectadores la oportunidad de centrarse mejor en el contenido y la atmósfera de las películas.
“Cuando estás viendo una película desde el automóvil, tienes la posibilidad de disfrutar de dos mundos: estás solo o con quien o quienes te acompañan, pero al mismo tiempo hay alrededor muchos otros espectadores. Esto crea una sensación de cohesión sin incurrir en riesgos para la salud. Además, estando en su automóvil, el espectador disfruta de total libertad personal, que una sala de cine común y corriente no puede ofrecer. También hay un elemento de expectativa, de incertidumbre, que se debe al hecho de que todo sucede al aire libre, bajo las estrellas. También ofrecemos palomitas de maíz, porque de lo contrario no será un verdadero cine”.
Pero, ¿por qué el interés en este tipo de proyección había desaparecido durante tanto tiempo, y sería posible mantener el actual crecimiento de la curiosidad por ella después de que la crisis del coronavirus haya sido superada? A juicio de David Levy, el deseo de la gente de ir al autocine sólo irá aumentando con el tiempo:
“Puede que aún no seamos plenamente conscientes de ello, pero desde hace algunos meses estamos viviendo en un mundo diferente. Y este mundo abona el terreno para restaurar esta cultura, puesto que los humanos somos animales sociales y necesitamos estar en contacto con otros seres humanos, aunque sea a través de la ventanilla del automóvil”.
Versión en español de Daniela Radíchkova
Fotos: Facebook /David Levy, Autocine SILDA
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