Stefan Popov, brillante intérprete, querido y abnegado profesor, es uno de los nombres búlgaros más conocidos de la música clásica del mundo. En las últimas cuatro décadas imparte clases en la Escuela Guildhall de Música y Drama de Londres y antes (hasta 1977), en la Universidad de Boston (EE.UU.), así como en el Conservatorio de Reino Unido, donde presidía el Departamento de Violonchelo. Ha sido premiado por los certámenes más prestigiosos de instrumentistas y en 2008 la Fundación Mermorial Cello Center de Eva Janzer le confirió el título Caballero del Violonchelo.
Dice que desde la más temprana edad recibía regalos inesperados y no pedidos de la vida: “Hasta cuando me aplico a fondo, siempre sucede algo distinto y, además, mejor de lo que imaginaba”.
Nació el 4 de abril de 1940 en Lom, una ciudad relativamente pequeña del norte de Bulgaria, en la ribera del río Danubio. Desde niño aprendió a tocar el piano y al cumplir los 12 años comenzó a tomar lecciones de violonchelo. Pronto el muchacho destacó por su talento y la familia decidió enviarlo a continuar sus estudios en la capital, Sofía. Con 14 años ingresó en el Internado para Niños de Talento (que existió durante seis años) y luego terminó la Escuela Nacional de Música.
Por recomendación del compositor ruso Dmitri Kabalevski, que escuchara una interpretación suya durante una de sus visitas a Sofía, el joven intérprete presentó su candidatura al Conservatorio de Moscú, donde estudió primero con Sviatoslav Koussevitzki y luego con el famoso Mstislav Rostropovich. “Estoy agradecido a todos mis profesores, pero él fue el músico que mayor influencia ejerció sobre mí y formó mi concepto de la música”, recuerda ahora el Prof. Popov. Cabe agregar a su haber la medalla y el premio de la Unión de Compositores Soviéticos por su ejecución de música rusa en las finales del Concurso Internacional Tchaikovsky en 1966.
Ha grabado durante los años una larga serie de discos compactos. En ellos figura su propia transcripción para violonchelo del Concierto para Violín de Beethoven, en ocasión del 200 aniversario de la primera interpretación de dicha obra. Popov dice que esa transcripción suya fue un intento de recompensar el hecho de que el gran compositor jamás escribiera un concierto para violonchelo.
“Pensaba ofrecer el concierto en abril, cuando es mi cumpleaños –explica el Prof. Popov ante Radio Bulgaria– . Pero sabemos lo que ocurrió con nuestros planes: todos los conciertos y espectáculos fueron suspendidos, lo cual afectó mucho a los artistas. Una de mis alumnas, Natali Néykova, decidió entonces organizar el festival que tenía en mente desde hacía mucho; ella fue su director artístico. Se preparó el proyecto y obtuvimos la financiación del Ministerio de Cultura. Los conciertos los hicimos en la sala de una galería de bellas artes y fueron transmitidos en línea. Mi afán era que los participantes obtuviesen una noción más amplia del arte moderno para violonchelo. Por esto invité a representantes de dos escuelas: la rusa y la francesa. A última hora supimos de la imposibilidad de Rodin, el representante ruso, de viajar a Bulgaria, por lo cual él dio sus clases por internet. Yo mismo participé tanto en vivo, como en diferentes plataformas. Se alistaron estudiantes y alumnos de Serbia, México, Alemania y Bulgaria… Entre los participantes más jóvenes había niños de gran talento para los cuales el festival fue un gran acontecimiento. Estoy seguro de que hasta después de veinte años seguirán recordando cómo ha comenzado su carrera. Otro recuerdo inolvidable ha dejado el recital de nuestro colega de Francia, Michel Strauss.”
El Prof. Stefan Popov se siente muy feliz y orgulloso de sus tres hijos, de sus discípulos que actúan ya en distintos puntos del mundo y de sus estudiantes actuales de la Escuela Guildhall. Le llenan de energía e inspiración también los másters que viene impartiendo tanto en el extranjero, como en la patria desde hace treinta años ya. Gracias a ellos chelistas jóvenes del mundo entero han tenido la posibilidad de descubrir hermosos paisajes de Bulgaria: la ciudad renacentista de Tryavna, el monte Vítosha en cuyas faldas se encuentra Sofía, la bella ciudad de Burgás a orillas del mar Negro, así como la ciudad natal de Popov, Lom, donde cada año su casa paterna que ha podido restaurar se convierte en escenario de una de sus clases maestras. A la pregunta de si hay algo que todavía quiere enseñar a sus discípulos, responde: “¡Sí! Quiero inculcarles que deben tocar el instrumento levemente, sin tensión y con alegría. Esto hace prolongar la vida profesional y la alegría de interpretar su música predilecta a pesar de los años”.
Versión en español: Katia Dimánova
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