Los ritos y tradiciones que recordamos cada año en estas fechas forman parte de la magia de la Navidad. Se trata de un momento único, especialmente en estos tiempos que vivimos, cuando nuestra vida ha adquirido otras dimensiones como resultado de la pandemia y las restricciones. Aunque diferente, la festividad vuelve a insuflarnos fe y colmarnos de calidez, incluso cuando nos vemos privados de las reuniones con familiares y amigos.

Antaño, el período entre Ignazhden o Día de san Ignacio hasta la Navidad abundaba en costumbres. Una de ellas es la koledúvane y consiste en que desde la medianoche de la Natividad hasta que despuntara el alba, grupos de cantores de villancicos, llamados koledar, todos apuestos jóvenes solteros, iniciaban un recorrido al son de la gaita por todo el pueblo o ciudad, describiendo un círculo simbólico a su alrededor. Se creía que en aquel intervalo aparecían diversas fuerzas sobrenaturales que podían ser ahuyentadas mediante el canto. Los koledar entraban en cada casa y entonaban villancicos con los que auguraban longevidad, fuerte salud, felicidad, fertilidad y fecundidad a sus moradores, que esperaban con emoción al grupo de cantores para que la familia disfrutase de bienestar durante el nuevo año.

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