El número de los búlgaros que dedican su corazón, cariño y tiempo a las abejas se va reduciendo cada vez más. La causa reside en que la apicultura en Bulgaria está atravesando por una grave crisis. El día en que rendimos homenaje a san Calarampio, el patrono de los apicultores, los horticultores y los fruticultores, buscamos las raíces del problema, que son dispares. Por un lado, aparece como problema el hecho de que el uso no indiscriminado de pesticidas sigue destruyendo las poblaciones de abejas. Por otro lado, los ocupados en este sector precisan cuantiosa ayuda financiera y política estatales para otorgar a la apicultura el rango de una de las prioridades en la esfera del agro.
En el último año, los apicultores de Bulgaria volvieron a afrontar una vez más estos problemas, que se están agravando.
”2020 fue un año bastante malo para el sector, por al menos tres razones –comenta Yávor Kírilov, que ha heredado el oficio de apicultor de su abuelo casi desde la infancia– . En primer lugar, se trata de las condiciones meteorológicas: la primavera fue muy seca, hubo después un verano frío y estas dos adversidades tuvieron un impacto fuerte en la recolección de la miel. El segundo factor estriba en la importación de miel de China y Ucrania, por la que no se pagan o se pagan muy insignificantes accisas, que produce un dumping del precio de la miel búlgara. Luego esta miel importada se comercializa como búlgara y esto es absurdo. La tercera razón reside en los problemas en el país. El precio minorista de acopio de la miel puede ser de 4 a 7,50 euros, pero el precio al por mayor desciende, fluctuando en el diapasón de 1,75 a 2 euros”.
Yávor es de la opinión de que las importaciones de miel de terceros países para la Unión Europea (UE) como Ucrania y China se puede limitar, puesto que para ellos no deberían regir las preferencias del mercado comunitario.
Respecto a Ucrania, cabe decir que se hace cierta excepción, ya que la UE promueve una política de respaldo a la economía ucraniana. Otro problema sustancial que encaran los apicultores búlgaros se relaciona con los cambios inminentes en la ordenanza que atañe al suministro directo de pequeñas cantidades de materias primas y alimentos de origen animal.
”En el proyecto de de enmienda a esta ordenanza se decreta prohibición para varias cosas –dice Yávor Kirilov– . Una de ellas es que los apicultores vendan su miel fuera del territorio en que se encuentre registrado su colmenar. Es decir, si uno pretende comprar miel de maná de la región de Strandzha (Bulgaria suroriental) no podrá pedirla con entrega a domicilio, sino que deberá viajar a esa zona para recoger su miel. La misma ordenanza limita a hasta dos toneladas la cantidad de miel que un productor puede comercializar”.
Debido a su calidad, la miel búlgara disfruta de una gran demanda también en el mercado europeo. Uno de los motivos de tan alto aprecio en el exterior es la variedad de hierbas curativas que se dan en este país y que aportan el sabor inconfundible a la miel búlgara. Los intentos por alterar las condiciones existentes hasta ahora en la producción y comercialización de la miel y los productos apícolas, sumados a una serie de otros problemas del sector, están arruinando la apicultura, desarrollada con orgullo en Bulgaria desde hace siglos. Hoy en día, va camino de transformarse más bien en un pasatiempo que genera ciertos ingresos complementarios.
Versión en español por Mijail Mijáilov
Fotos: BGNES, Facebook / Yavor Kirilov
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