Ella obsequia colores y luces y esta es su manera de paliar el dolor. En los ojos que brillan ante el regalo inesperado encuentra el sentido de seguir obrando el bien.
Un árbol marchito con ramas desnudas evocaba sensación de melancolía en pacientes y médicos cuando miraban por las ventanas al patio del hospital. A un lado del árbol está la unidad de Covid y al otro, la habitación hospitalaria bajo cuya ventana solía sentarse Svetlozara. Una tarde se le ocurrió decorar el triste árbol con globos y así llevar algo de alegría a quienes ocupan el ala de enfrente del hospital.
“Cuando comencé a adornar el árbol, ya era muy tarde, alrededor de las 10 de la noche−cuenta Svetlozara Savova− . Vi enfermeras corriendo vestidas con lo que parecen escafandras espaciales, vi gente preocupada saliendo de sus habitaciones de vez en cuando. Quería hacer algo para levantarles el ánimo y mi idea inicial fue recitarles poesía búlgara, pero luego me di cuenta de que no me permitirían entrar, tanto más que yo misma estaba hospitalizada en aquel momento. Entonces decidí hacer algo inusual,que fue precisamente el árbol de globos. Realmente no me esperaba que la gente reaccionara de la forma en que lo hizo a lo que había creado, ya que me parece algo normal”.
Svetlozara tiene 17 años, estudia en una escuela media en la ciudad de Karnobat (sureste de Bulgaria) y hasta el momento ha organizado más de un centenar de causas benéficas para niños que padecen enfermedades oncológicas. Ella misma ha sufrido el dolor en carne propia y dice que ayudaría a cualquiera que necesite de una mano amiga.
“En aquel momento tenía diez años y no entendía muy bien lo que estaba pasando −recuerda Svetlozara− . Sabía que mi papá estaba enfermo de una mala enfermedad, pero fue solo después de su muerte, tal vez un mes después, pude entenderlo. Quiero que todas las personas se recuperen, que esta terrible enfermedad desaparezca, por esto comencé a ayudar a los niños que padecen cáncer. Vi la alegría que produjo en muchas personas mi primera iniciativa benéfica y esto me animó a seguir adelante. Así, con cada iniciativa que llevo a cabo, mi necesidad de ayudar a las personas va aumentando”.
A los 13 años, Svetlozara organizó una iniciativa llamada “En vez de flores, regálale suerte a un niño con cáncer” y recaudó las primeras 1.500 levas (unos 750 euros) en su escuela. Siguieron acciones benéficas para niños con cáncer en todo el país.
“No creo que exista una palabra para describir la emoción −comenta Svetlozara− . Te hace sentir útil saber que has hecho algo por alguien. Hay personas que tienen 70 años y durante su vida no han hecho nada para ayudar a nadie, pero se portan de una manera arrogante. Por otro lado, hay jóvenes que obran el bien y su vida es mucho más plena a pesar de la corta edad. No creo que haya personas demasiado jóvenes o demasiado grandes para hacer obras de caridad”.
En estos momentos Svetlozara está trabajando en dos causas nuevas: la primera es para un menor que padece una enfermedad muy rara y la otra para un niño de cinco años, diagnosticado con neuroblastoma, cuyos padres no disponen de medios suficientes para la cirugía. Para ayudarles, la joven escribió una pieza teatral que presentará en línea con compañeros suyos.
Svetlozara comparte sus iniciativas en Facebook, en el grupo Sé bienhechor conmigo, y contagia su ejemplo no solo a personas de su edad. Por sus buenas acciones fue elegida Embajadora del Premio Internacional del Duque de Edimburgo. Ve su futuro en dos direcciones: enseñando Filosofía en la escuela y vendiendo sus cuadros en la calle, siguiendo el ejemplo de un pintor callejero que cautivó su imaginación infantil durante unas vacaciones en la costa del mar Negro.
Versión en español de Hristina Táseva
Fotos: Facebook /Svetlozara Sávova, La Voz de Karnobat, gramofona.com
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