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Una nota conmemorativa sobre el Monumento al Ejército Soviético en Sofía

La historia y el mito están entrelazados de manera dolorosa en el Monumento al Ejército Soviético en Sofía

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Foto: BTA

A Jean Cocteau le pertenece la frase de que congela la sangre de los historiadores, según la cual “la historia está hecha de verdades que se convierten, a la larga, en mentiras. En cambio, los mitos son mentiras que, a la larga, se transforman en verdades”. Estas palabras describen completamente la tensión acerca del Monumento al Ejército Soviético en Sofía.

Según la historia, el 5 de septiembre de 1944 la Unión Soviética declaró la guerra a Bulgaria y ocupó el país. El Gobierno ordenó al ejército búlgaro que no ejerciera resistencia. El país se vio en una situación única, en que Bulgaria estaba en guerra con todas las Grandes Potencias durante la Segunda Guerra Mundial, incluido el Tercer Reich. En territorio búlgaro el Ejército Rojo no dio ni una víctima mortal en acciones militares. Es una verdad histórica, asimismo, que el 1 de marzo de 1941 el Tercer Reino Búlgaro se vio forzado a convertirse en aliado de la Alemania nazi; en ese periodo la Unión Soviética de José Stalin era aliado de Hitler. Es otra verdad que después del 22 de junio de 194,1 a pesar de la presión de Berlín, el zar Boris III no consintió declararle la guerra a la Unión Soviética y no envió tropas búlgaras en el frente oriental.

Es un mito, es decir, una mentira, que el Ejército Rojo liberara Bulgaria del fascismo. En el país había un régimen autoritario, que después de la muerte del monarca no cobró vigor. En el país nunca ha existido un gobierno fascista. El ejército soviético derrocó un gobierno legítimo de coalición cuyo primer ministro era el demócrata Konstantin Muraviev. El Ejército Soviético respaldó un golpe de Estado promovido por los comunistas búlgaros. El Gobierno de Kimón Gueorguiev era colaboracionista y servía al ocupador. La Unión Soviética impuso en Bulgaria un gobierno estalinista, el cual convirtió al país en un satélite de Moscú durante la Guerra Fría. 


El monumento al Ejército Soviético fue erigido en 1954 como un símbolo del “libertador”-ocupador, con motivo del décimo aniversario del golpe de Estado de de los comunistas. Hoy no hubiera existido un problema con el destino del monumento si los mitos de antes de 1989 fueron rechazados y olvidados. Simplemente podría ser cambiada la inscripción al pie del monumento con las palabras: “Bulgaria, no permitas a nadie que te convierta en esclavo ni que te libere”. Después de la Liberación en 1878 los constructores de la Bulgaria moderna se dieron cuenta de esta verdad.  

La palabra monumento-memorial significa que se yergue un monumento que insta a las siguientes generaciones venideras que recuerden un evento histórico concreto. Con frecuencia este momento del pasado se conserva en un mito estable. El debate hoy no se reduce solamente al destino del monumento, sino que se refiere a los mitos simbólicos del pasado que siguen dividiendo la sociedad. La agresión de Rusia contra Ucrania catalizó los debates porque sobre las valoraciones del pasado se construye el modo de entender el presente y formular las expectativas sobre el futuro. Una pregunta: ¿Hay todavía en Bulgaria políticos y partidos que esperan que lleguen al poder con la ayuda de una ocupación extranjera que sea una “liberación”?


En la época después de 1990 Sofía omitió hablar de manera eficiente con Moscú sobre el destino de los monumentos soviéticos (no rusos) en Bulgaria. A cambio de su conservación, Bulgaria podía reclamar el retorno de los archivos búlgaros que fueron incautados en 1944. Son sumamente valiosos e importantes los archivos del Ministerio de Exteriores y del Interior. Los documentos que contienen son los mejores monumentos y guardianes de la verdad histórica. En Moscú todavía tienen miedo de que estos documentos sean publicados.

No es casual que el régimen de nuevo imperialismo de Vladimir Putin restaurara la interpretación estalinista de la historia sobre todo en lo que se refiere al periodo de la Segunda Guerra Mundial. Igual que en el comunismo, la ciencia histórica rusa ha sido convertida en una sirvienta de la ideología. Los monumentos desmontados deben ser restaurados y conservados como rehenes. Su futuro destino puede resultar una moneda de cambio para el retorno de los archivos búlgaros. 


P.S. Es lamentable que lo que ocurre con el monumento al Ejército Soviético repite el desmantelamiento del monumento 1 300 años Bulgaria, en Sofía. Por la falta de acuerdo en medio de la sociedad y lagunas en el talento político, los monumentos fueron abandonados a la deriva. A fin de cuentas, la destrucción generada por el descuido se utiliza como una justificación para desmontarlos.  

Autor: Ivo Ivanov 

Versión al español de Hristina Táseva 

Fotos: BTA, BGNES



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