Con las empinadas rocas del desfiladero del Ískar de fondo, el pueblo de Lyútibrod se ha convertido en símbolo del enoturismo en Bulgaria. Es bien sabido que este fenómeno natural llamado Rítlite, donde comienza el Noroeste de Bulgaria, es además un pintoresco rinconcito que guarda las tradiciones vinícolas y culturales de tiempos tracios. En este lugar, entre restos de iglesias medievales, ruinas romanas y leyendas de la cheta de Botev, la familia de Dimitar Dimitrov e Ivana Tsakova ofrecen una experiencia inolvidable de enoturismo. Sus huéspedes quedan tan embelesados por las fantásticas vistas y por su vino aromático, que hasta acaban perdiendo su tren de vuelta… o simplemente se niegan a irse de este paraíso. En una entrevista ante Radio Bulgaria Dimitar Dimitrov nos desvela cómo organizan sus eno-picnics al lado del río Ískar y Rítlite, ya por tercer año consecutivo:

“Cuando empezamos a dedicarnos al enoturismo, decidimos hacerlo de una forma menos tradicional. Hacer algo que los demás no hacían. En nuestra bodega los turistas pueden disfrutar de nuestros propios vinos y de los vinos de nuestros amigos viticultores de la zona. Hemos llamado a nuestro enoturismo “El Portal del Noroeste” porque es cierto que Rítlite son la puerta donde comienza el Noroeste del país, y su gran tradición gastronómica y vinícola. Tan sólo en la región de la ciudad vecina de Vratsa, en un radio de 30-40 km encontramos cinco bodegas. El mercado de los vinos se ha desarrollado a una gran velocidad en los últimos diez años: hoy se cultivan variedades como el misket de Vratsa, la temenuga de Vratsa, la variedad gamza, el rubín, etc.”

La aventura vinícola en el desfiladero del Ískar enamora no sólo a los invitados búlgaros, sino también a los que llegan de fuera: españoles, alemanes, suizos, austriacos, incluso indios, que vienen a disfrutar de los vinos de Lyútibrod.

“Es muy importante relacionar el vino con una experiencia o con algo más, que le aporte un valor emocional. Cuando la gente viene a nosotros, en medio de esta preciosa naturaleza y prueban los vinos del Noroeste, eso crea un vínculo especial y muy fuerte con el propio vino, con las personas que lo han producido y con el lugar mismo. Y, en cuanto a las características tecnológicas y específicas del vino, nuestros vinos no tienen nada que envidiar a los mejores ejemplos de vino mundial”, comenta Dimitar.

Las degustaciones se combinan con paseos por los montes Balcanes de Vratsa hasta el Monasterio de Cherepish, pasando por las fortalezas medievales y los restos de los antiguos templos de la región.

“Nosotros tenemos la bendición de contar con un tren que llega a la zona. Sale de Sofía y llega hasta aquí. Esa es una gran ventaja porque todos los que participan en el eno-pícnic pueden disfrutar de los vinos y no tener que estar pendientes del coche”, cuenta Dimitar. “La gente tarda sólo dos horas en llegar con el tren desde Sofía. Llegan a Lyútibrod, los recogemos de la estación, damos un paseo de hora y media-dos, y después regresamos a la orilla del Ískar donde tenemos preparada nuestra mesa de degustación, con vinos y productos locales. Aquí ofrecemos exclusivamente productos artesanos de productores locales: embutidos, quesos y otras sorpresas. Hacemos una presentación de cada vino, nos presentamos a nosotros, hablamos de vino…”

Tanto los búlgaros como los extranjeros quedan encantados de la naturaleza del desfiladero, en combinación con el embriagador vino del Noroeste. Dimitar recuerda un emblemático momento en medio de Rítlite, cuando un grupo de periodistas y empresarios gastronómicos extranjeros, mientras sujetaban sus copas de vino, miraban el paisaje que se desplegaba ante ellos, y exclamaron: “¡Este es el lugar más grandioso del mundo para tomarse un vino!”.

Autor: Veneta Nikólova

Traducción en español y publicación: Alena Markova

Fotos: Véselite vinari (Los viticultores felices)

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