El reto fundamental que actualmente afronta la sociedad búlgara es la pobreza. Ésta ha generado una sarta de fenómenos negativos como el colapso demográfico, el abandono escolar, el despoblamiento de regiones enteras del país, la emigración. La pobreza creciente es un fenómeno peligroso e inaceptable cuando afecta a menores de edad y significa falta de acceso a la educación y la falta de comida adecuada para su fortalecimiento físico. De cada dos menores de edad en Bulgaria uno vive en la pobreza, más de un millón de niños de 1 a 5 años de edad tienen una pésima alimentación en comparación con sus coetáneos europeos. Un tercio de los menores de edad carecen de la posibilidad de consumir, al menos una vez al día frutas, legumbres y carne, ya que sus padres viven en grandes apuros y no son capaces de proporcionarles los alimentos equilibrados y suficientes para su desarrollo.Numerosos profesores de escuela señalan que los alumnos de familias de presupuesto familiar limitado y sin existencia de ingresos suficientes frecuentan la escuela sin llevar encima ningún dinero y se pasan el día entero sin comer.
”Para nosotros la creciente pobreza es un problema muy grave y tras comprobar que más de 700 mil menores de edad malviven en riesgo de pobreza y se encuentran faltos de una dieta equilibrada y normal hemos llegado a la conclusión de que es a esos niños a los que hemos de orientar prioritariamente nuestros esfuerzos” - dice Tsanka Milanova -, directora ejecutiva del Banco de Alimentos de Bulgaria. La organización recolecta, conserva y reparte alimentos entre personas menesterosas y, al mismo tiempo, obra por que se limite el despilfarro de alimentos aptos para el consumo y se reduzcan las escalas del hambre en el país. El programa del Banco de Alimentos de Bulgaria, llamado “Mochilita dominical”, existe desde hace dos años, pero actualmente se han intensificado el trabajo en el marco del mismo por haber crecido palpablemente el número de los niños en riesgo. Por medio de este programa se ofrecerán paquetes de alimentos a más de 400 niños de las regiones económicamente más atrasadas en Bulgaria, en la porción noroeste del país. Se trata de núcleos familiares de dos y más hijos cuyos padres están en el paro. Son personas que consiguen a duras penas ganarse el sustento, pues es sabido que en esa parte de Bulgaria el cuadro económico y social es el más sombrío. El objetivo es repartir entre estas familias paquetes de alimentos. La meta de este programa apunta a permitir que los menores de edad sigan frecuentando la escuela y evitar que los apuros que pasan sus familias se conviertan en factor que provoque su abandono escolar. En primer lugar, importa mucho que podamos llegar a menores de edad que no hayan desistido de ir al colegio. Éste es el criterio principal para incluir a esas familias en el programa. Los alimentos que ofrecemos no son en absoluto una forma de ayuda humanitaria, ni se dirigen en exclusiva a socorrer la supervivencia física. Lo que pretendemos es ayudar a estas familias. Cuando les ofrecemos comida, les damos la posibilidad de ahorrar recursos que puedan destinar a atender otras necesidades prioritarias y la de que estabilicen sus exiguos presupuestos”.
El Banco de Alimentos de Bulgaria cuida a diario de rescatar alimentos que no vayan a ser comercializados por superar sus cantidades la demanda actual.
”Se trata de un recurso disponible que hay que redistribuir y ofrecerlo a personas en apuros”, destaca Tsanka Milanova y comenta que la iniciativa ”Mochilita dominical” difiere bastante del movimiento de beneficencia surgido recientemente entre ciudadanos que dejan alimentos de sus hogares en especiales escaparates refrigerados en la calle para que así lleguen a los menesterosos.
“Todos estamos conscientes de que nuestra vida se va volviendo más dura. Vemos numerosos indigentes deambulando por la calle, que buscan formas para sobrevivir. Esto ha movido a muchos búlgaros caritativos a compartir con ellos la comida que tienen. Estoy convencida que lo hacen de todo corazón y sin malas intenciones. Esa iniciativa ciudadana difiere de nuestra actividad, ya que somos un organismo que se desarrolla cooperando con los empresarios. Con el fin de garantizar la seguridad de los alimentos que llegan a la gente menesterosa, obramos conforme un modelo similar al que tienen las empresas productoras de alimentos. Esto, sin embargo, genera una carga importante, nos reclama rapidez, ya que nos vemos precisados a repartir grandes cantidades de alimentos antes de haber caducado su plazo de validez. Como organismo reclamamos cambios legislativos para que se introduzca un mecanismo más flexible a la hora de donar alimentos. Si la comida excedente no es repartida oportunamente, la sociedad sufre pérdidas muy importantes. El modelo de conservación de los excedentes de alimentos puede aportar mucho a la lucha contra la pobreza, una lacra que afecta a una buena parte de nuestra sociedad”, concluye Tsanka Milanova.
Versión en español por Mijail Mijailov
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